Dejadle descansar.
Aunque solo fuera una semana.
Y que salga a la calle a oxigenar su mente y refrescar sus ideas; acaso sentado -como dice la canción aquella- en el muelle de la bahía; en la punta del dique erecto que mancilla la bahía.
Con sus cuatro pelos de equino émulos ondeando al viento duro; reviviendo enconados alborotadas cabelleras que nunca volveran a poblar su cabeza.
Que podremos subsistir sin su cotidiano espacio: su genuino y tembloroso pulso de la actualidad adocenada. Que el como nadie garabatea.
Garabatos sin más, garabatos desnudos, manchurrean media página del hacedor en la edición de hoy.
Garabatos.
lunes, 15 de diciembre de 2008
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