jueves, 18 de diciembre de 2008

Lecciones no aprendidas (del hotelero jubilado)

Definitivamente el hotelero jubilado va a pasar a engrosar la nómina de personajes pintorescos del granero, que en mascarada y turbamulta los voy a hacer desfilar por aquí al ritmo del tam tam.

Ya lo he leido de buena mañana.

Nuevas dosis de lecciones nunca aprendida -y por supuesto no aplicadas- en el hacedor. Para cubrir el expediente.

Se nota y agradece la moderación en su expresión, aunque ya puestos podría también cambiar la foto de su sonrisa siniestra.
Todo bien. Mucho chau chau y mucho bla, bla, con hipócrita reconocimiento mínimo de responsabilidades -muy fácil cuando uno ya no es nadie en ello y se ha forrado con el incumplimiento de sus buenos propósitos-. Muha demagogia. Refrito típico de de este clan peculiar y siniestro como pocos cual es el de los hoteleros que para hacerse los importantes -ganapanes y desertores del arado venidos a mas- se han inventado una jerga inintelible para explicar cosas obvias.

Todo muy aséptico, muy correcto. Incluso en el clamor por la humillación de los habitantes de la isla a los que tacha de vulgares y poco esforzados y peseteros -que forma parte del lema de los hoteleros en defensa de su tinglado- hasta la vergonzosa apoteosis final que descuadra un articulillo descafeinado que llena bien un apágina del hacedor -que le paga, por supuesto-.
Diatriba contra la galería contra el Consell y los radicales de no se que.

Es decir, tanto emprendedor; tanto esfuerzo solitario; tanta sabiduría, y al final lo de siempre la culpa de la crisis es ahora de Marc Pons y sus radicales. Los que les impiden el llenado de bolsillos. Que explique porque al menos.

Este tipo, este columnero, no tiene vergüenza.

Y miradolo ahí con su careto de cachondeo. Su sonrisa de pillo.

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