El aire todavía lleva aromas de champán y de lechona.
Los de la limpieza -modélicos trabajadores- tenían sabias instrucciones de empezar más tarde.
A Las 10 algún pandereta desalilñado con matasuegras todavía tiraba confeti y apuraba su vaso de líquido indefinible.
Un par de titis siniestras con los hombros desnudos y minifalda desafiaban la mañana desabrida entre montañas de escombro y barro, buscando entre los restos del naufragio no se sabe que.
Algún mindundi revivido de un tumulto yacente, adornado de arbol de navidad se me planta torero enfrente del coche; me insulta y me tira spray de espuma en el parabrisas.
Hasta los patos del puerto han huido despavoridos por tanta algarada.
Luego, durante el día, la nada. Aunque las iglesias daban su toque solemne a este genuino día de resaca.
jueves, 1 de enero de 2009
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