Poco calado -y me duele advertirlo así- ofrecen los "mistus" sabatinos. Inmerso también tal eminencia en la euforia festiva.
Como si, mas que emularlo, se hubiera contagiado de los garabatos y avellanas llenas de su colega (insólito colega).
Y con concesiones a la tonteria popular (que algunos llaman sabiduría): "Qui no lliga per Sant Joan....".
Jejeje!!
Caldeando pues el ambiente; el fragor de la gran caldera que con los ingredientes de siempre va gestándose. Maloliente y bulliciosa.
En esto al menos se agradece la honradez, delatando el sentido más profundo de las fiestas.
La necesaria tregua liberadora de yugos, cadenas y bozales.
Y ya puestos, en lugar de las socorridas camisetas -que no suelen durar media jornada- ya puestos podrían regalar un manojo de preservativos en estuche sanjuanero.
Luego, pues, a la mañana, los restos de la vorágine mantedrían sobre la inmundicia de las calles un tono de fiesta.
Por todas partes se escuchan ya borrachos gritar.
Y su tétrica pose se exhibe ya sobre la acera y te asalta.
Y te detiene.
Y te hace beber su pócima repugnante.
¿Animado para las fiestas?
Y quien sino.....
No es posible no naufragar en ellas. No padecer el estado de excepcion.
Huir de los borrachos sobre la acera.
Que huyen de los caballos, buscando solamente gresca.
Y pedazos de carne para sobar.
Demasiados borrachos.
sábado, 20 de junio de 2009
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