sábado, 28 de febrero de 2009

un granero sombrío

Un inhóspito silencio parece acompñar la azarosa singladura del factotum y sus compadres.

Y no alivian el trago los garabatos al vuelo -titubeantes y temblorosos- que su mas fiel y enconado escudero dibuja y le dedica en la abonada todavía media página del gran Hacedor al que le sobrar tela para una vía de agua incontrolable.

No obstante, no habrá sitio para todos en la barcaza con destino a las Bahamas o al postrer confín.

No se escuchan tampoco apuradas arengas de espontaneos defensores del "mal menor", del "mas vale malo conocido", del "arrieros somos" y el ya me diréis "ya os decía yo"; cual desgarbada cuadrilla de subalternos arrobados que aun arrancan detalles pintureros con más profesionalidad que inspiración, de palmeros añosos que se mueven como autómatas, asumidas a golpe de repetirlas monocordes tablaturas; fieles paniaguados en cualquier caso.
Claro, ellos solo aparecen cuando se ataca a sus mandarines.

Que se muestran caidos estos días.

Un hendiondo aroma de mazmorra, de calabozo más sordido que un apartamento de Hotels Paquito, flota en el aire de esta triste tarde de sábado, con horrisono chirriar de cancelas y pesadas llaves del carcelero tardo y solemne repartiendo el rancho.

De esta cuaresma sombría.

Que concitará látigos y cadenas.

Tras las más tremebundas imposturas.

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