Fragor en los bares del granero; donde se toman las decisiones importante y se deciden los destinos.
Hay, entre las "fuerzas vivas" del granero -entrañable concepto que nomina a los diversos jefes de clan y cabos de guardia graneriles-, soliviantadas y desconcertadas ante los acontecimientos -nunca inopinados-, estrategia nueva. Calentita aun desde turbios conciliábulos de rostros agrios y congestionados, airados gestos -de ademán nada impasible- y horrisonas maldiciones que no logran apaciguar los pelotazos de wisky de importacion o de coñac frances que colman copas desmesuradas discretamente rellenadas por eficaces taberneros, e insultantes puros habanos babeados que fabrican muecas grotescas tras cada calada -dejando un descomunal orificio en la boca que amoldan-.
En estos sitios y circunstancias humildes porritos suelen fumarse; ni se beben cervecillas. Aquí solo se bebe chivas 30, ron añejo de contrabando, Curvoisier -nada de Soberanos por mucho toro de Osborne que exhiba la etiqueta- y se fuman sin remilgos y escrúpulos cohibas de grueso calibre. Del 15, vamos.
Feroces cuevas de falsos naufraugos iracundos, que gritan y patalean, golpean la mesa, exhiben su mellada dentatura y cortan el aire envenenado con sus terribles garfios de acero y las más horripilantes prótesis y postizos; taberna sórdida de la que creen salir con una estrategia.
Ahora toca desacreditar a UPCM y su imperdonable traición al granero; entregando el poder a los rojos.
Aparte, claro está de beber y beber y cagarse en Zapatero y en el Consell.
E intrépidos tontainas, voceros y correveidiles, del más variado pelaje repartirán raudos las consignas calentitas y las aventarán eficaces. Semilleros de mentira necesaria.
Rugen los cenáculos y templos profanos -que en las trastiendas de las catedrales e iglesias- proliferan en el granero.
Donde se toman las decisiones, se eligen representantes. Se bebe calidad.
Y se cagan en Zapatero y en los mahoneses del Consell.
domingo, 1 de marzo de 2009
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