miércoles, 22 de abril de 2009

duques de alba

Indecencia flotante que acicala la indecencia que mancilla para siempre la bahía.

Y la adorna cual ginda sobre un pastel de desechos que no terminan no obstante todavía de cagarse.

Que el montón de escombro -el monte-mierda de Son Blanc- no decrece ante el placer extasiado de los idólatras del cemento y la destrucción.

Y faltan los duques de alba. Los que permitirán a prepotentes achacosos bajar a dar un garbeo con la bolsa de catering celosamente asida de la mano que con algo de suerte no colmará su voracidad -aunque saben que el bufet libre les espera de vuelta en rápidas planeadoras-.

Turismo de cruceros, la panacea del trilero que improvisará su timba en el muelle, con un par de aguadores. aunque el personal haya dejado la tela en las seguras cajas fuertes del arrabal macilento flotante -factoría inmensa de porquería que aprovecharán para evacuar-.

Y encima se llaman duques de alba.

Los artilugios que completará con genuino toque de distinción el desaguisado febril de la bahía por siempre mancillada.

Donde un tiempo hubo atardeceres rojos.

Que ensombrecerán las colinas andantes.

Refugio de haraganes adictos al all inclusive.

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