domingo, 12 de abril de 2009

de costumbres salvajes (el bujot)

De nuevo la salvajada en plena calle. Domingo de gloria entre pistoletazos, fuego y humo. Mucho humo.

Los rostros aterrados de los niños. El olor a póvora y gasolina -que pronto trocará eso si el de la fritanga de calamar tailandés de la Aurora en la Plaza del mismo nombre (día importante también; y duro para el sufrido acomodador).
Las gafas de sol ocultando facciones -acaso en acto de piedad ocultando patibularios rostros de los tipos más montaraces-; chalecos de rayas con cadeneta ostentosa de reloj de bolsillo de oro. Traje negro aterrador de decimonónico corte; cual de aquellos que aparecen en los daguerrotipos de primeros de siglo.

Tremendos disparos horrísonos descerrajados con rabia y violencia. Con espumosa y enrojecida ira. Expeliendo aliento mareante de ginebra a palo seco -que entre la misa y la escopeta hay tiempo para todo-.

Cuadrillas tumultuarias de gente curtida. Aterradora.Los amigos del rifle que celebran su fiesta anual.

Disparando como posesos con saña sobre presas inermes. Mordiéndose la lengua con rabia e ira espumosas. Allí donde más puedan dañar. Al pobre monigote que se suspende en el aire al vaiven fantasmal de la descarga de fusilería que rompe la mañana al unísono del repicar de goloria de la gótica catedral. Pobre pelele de cuencas vacías y sonrisa de pobre diablo orate que clama a la piedad y a la lástima.

Más humano que los que le ametrallan.

¿Que veis en todo esto? ¿Que puñetera gracia? ¿Una tradición?

Me cago en esta tradición. Todo, por otra parte, algún día tiene que terminar.

Y no entro ya ahora en la elección ridícula de los motivos y méritos de cada personaje; que significativamente no suponeo excesivo devaneo de sesos de la sospechosas y esforzadas juntas organizadoras de sociedades oscuras -pegar cuatro tiros a un pelele y punto-.

Aunque por supuesto, y abominando de la tradición, no están ni estarían nunca los que habrían de estar. Hasta en eso se es ridículo. Un pelele y un festival de escopetas para pasar la mañana.

Granero salvaje.

Penosa estampa anual en estas fechas de una ciudad que se las da de seria y civilizada, pero con rifle y tercerola humeante en mano, con culatas con muescas pierde cada año su credibilidad -otros días también sin duda que la pierde-.

Las estampas horripilantes de monigotes despedazados colgados de toscas maromas consumiéndose entre anaranjadas llamas demasiado poco a poco. Con sus restos en parte aventados y parte caidos en girones informes al suelo sucio.

Cual pobre diablo linchado por multitudes enloquecidas.

Algo que pasa en el mundo cada día.

Penosa estampa incivil.

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