miércoles, 23 de diciembre de 2009

Imparable.

Hoy, en mi provisional estancia en este lugar que por mucho que quiera nunca será extraño, he vuelto a ver el puto dique; creciendo imparable y llenando de nuevas mugres la bahía violada.

Puto dique. Putos duques.

Conformando ya, en versión casi definitiva, el monumental corte de mangas proyectado por mano enemiga contra la costa apacible de mi infancia; de cuyas tempestades no obstante no logrará ofrecer guarda.

Es más, ahí estaba el puto dique avasallado por marea incontenible que le llenaba de espuma airada.

Asqueroso dique. Chapata de hormigón y mierda que finiquita por siempre una época y tiñe de miseria el horizonte. De violencia el paisaje. De definitivo ocaso el rojo atardecer de la bahía.

Ahí está vuestro engendro. Que no traerá mucho más que la mierda que ya ha engrendrado. Ningún beneficio; ninguna riqueza, que colmar provisionalmente la voracidad canalla de los furibundos enemigos del paisaje; los locos adictos al cemento y al gasoil que en otros proyectos destructores andan ya ocupados.

Maldito dique. Losa indecente que de la mar quisiera ser cementerio.

Recibid vosotros, malditos, su corte de mangas.

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